El "turismo coral"

En los últimos días me han llegado... no, esta vez no fueron amenazas ni insultos. Simplemente un par de "invitaciones" para participar en ciertos supuestos encuentros corales en el interior del país o en países limítrofes.
Lo llamativo, por decirlo de alguna manera, de estas "invitaciones", es que por supuesto nos convocaban para cantar, y en alguno de ellos hasta nos pedían un CD para aprobar nuestra participación en el encuentro, pero además, al pie de cada "invitación" figuraba una serie de gastos a afrontar por el coro, que incluían gastos de alojamiento, comidas, excursiones... y hasta un spa.
Uau, qué grosso, dirán algunos.

Ahora, me pregunto yo, ¿esto es una propuesta coral con adicionales turísticos, o una propuesta turística con adicionales corales?
Me inclino más a pensar que se trata de lo segundo.

Por supuesto, le hice saber a mi coro mi desaprobación a participar de tales "encuentros corales", a riesgo de que me consideren un amargo, resentido y cortamambos. Puede ser que sea todo eso, pero les aseguro que en estos casos el problema pasa por otro lado.

Sobre todo, porque cuando ocurre un "caso Moresso" todos nos rasgamos las vestiduras denunciando a los malvivientes que pretender hacer negocio a costillas de los coreutas... pero después caemos mansamente en las garras de otros que hacen exactamente lo mismo, tal vez con algo más de prolijidad pero con los mismos fines.

Ok, no hay que meter a todos en la misma bolsa. Sin ir más lejos, el año pasado participé en uno de estos mega-encuentros, "Coros en el Bosque", y hasta estamos pensando con AlmaVoce volver este año (si nos dejan). Pero acá hay una enorme diferencia: los organizadores, Martín Lettieri y Diego García Picasso, son gente de extracción netamente coral, y les puedo garantizar que en ese encuentro se respira música coral, desde el comienzo de los talleres hasta el concierto de cierre.
Y sin duda alguna hay otros eventos corales, como el festival de Venado Tuerto o el de Trelew (por nombrar sólo a dos), donde los coros siempre se traen las valijas llenas de experiencias musicales inolvidables, más que de recuerdos turísticos.

¿A qué voy con todo esto? ¿Nos quedamos en casa y no salimos a cantar a más de 20 cuadras de la sala de ensayo?
Nada que ver. Apunto a que antes de ir a ciegas al Encuentro Coral de Conchilaló (la inventó Fontanarrosa, eh) leamos bien la invitación, a ver si realmente en esa localidad tienen interés en escucharnos cantar, o simplemente desean promocionar sus majestuosas sierras o sus soleadas playas.

Lo cual no quita que, a pesar de todas las recomendaciones de este ignorante escribidor de chapucerías, tengamos ganas de ir a pasear con nuestros compañeros de coro, y de paso despuntar el vicio de cantar un rato. En ese caso, al menos tengamos claro a qué vamos, y no nos quejemos después de la organización del encuentro. Nuestro derecho al pataleo prescribe en el momento que depositamos el canon para participar del "encuentro".

Mañana la seguimos,
Johann