La ira de Johann

Antes que nada, les quiero pedir perdón a los maestros Oscar Mesías (con quien me dí el gusto, por fin, de estrecharme en un abrazo) y Roberto Saccente, quienes brindaron con sus coros un muy buen concierto en la Catedral de San Martín, pero no haré comentario alguno más allá de eso.

Les voy a anunciar que, al menos por una semana, no va a haber nada nuevo en "Coro Lario", más allá de lo que ustedes mismos quieran aportar, y que es tanto o más valioso que lo que yo mismo publico. Por dos motivos: primero, porque esta semana se presenta más que complicada para mí, ya que comienza el "operativo mudanza". Debo dejar mi bello departamento de 4 ambientes en el coqueto barrio de Colegiales para volver a acomodarme, con todos los muebles, en mi cuartito de adolescente en la casa de mis padres. Sí, ríanse, ya van a ver.

Pero el motivo principal de mis abruptas vacaciones es... que ahora sí que me enojé. Y me enojé mucho. Ustedes disculpen, pero me cansé de que la gente que lee estas palabras se la pase sacando frases de contexto y pasándomelas por la cara, como si fuera el principal causante de las miserias en nuestro querido panorama coral. Quiero lectores lo suficientemente inteligentes como para entender que si digo "éste es un muy buen coro, pero no me gustó cómo cantaron la Zamba del Ornitorrinco", estoy haciendo un comentario positivo, y que la zamba de marras es un detalle menor que se basa en mi gusto personal. A quien quiera buscarle la 27º pata al gato, le recomiendo algún psicofármaco potente mezclado con vodka, porque acá los gatos tienen cuatro patas. ¿Está claro?

Como habrán visto en los comentarios sobre el post que está abajo de éste, parece haber quienes pretenden que coincida 100% con sus propias opiniones, cosa ante la cual me rebelo y me rebelaré mientras tenga un dedo con el cual teclear en la PC, y una neurona que me permita manejarlo.

Por empezar, he escuchado muchos coros en mi vida. Cientos, diría, y no temo exagerar si me animo a decir que pueden llegar a las cuatro cifras. Y el 99% de ellos me han parecido de mediocres para abajo. ¿Y qué? ¿Me tienen que gustar todos? ¿O es que no tengo derecho a preferir poner un CD del Groupe Vocale de France antes que escuchar un concierto del coro de padres del colegio Santa Frígida, dirigido por un pelagatos que lo único que pretende con ello es que le paguen su cuota y que canten lo que quieran?
Sí, fueron muchos los coros que escuché. Y he escrito algunos comentarios que fueron más que generosos con alguno como el ficticio que acabo de describir. Siempre traté de resaltar lo bueno que hace cada uno, aún en los casos en que he sentido ganas de retirarme de la sala en medio del concierto.
¿Para qué? ¿Para que ahora todo el mundo empiece a decirme que soy intolerante, o que no tengo derecho a tener un criterio propio en lo musical?

Bueno, se acabó lo que se daba. Si no les gusta mi estilo de tolerancia, pues entonces ya no habrá tolerancia alguna en este blog. Cuando algún coro me parezca indigno de pisar un escenario, así lo haré saber. Me cansé de andar levantándole la autoestima a la gente. Quien quiera recibir una buena crítica en "Coro Lario", pues que ofrezca un producto musical de bueno para arriba, o se atenga a las consecuencias. El leit-motiv de mi querido blog será, a partir de ahora, "el lugar donde todos son culpables de musicidio doloso, hasta que demuestren lo contrario".

¿Que me voy a quedar sin lectores? No me importa. Les juro, no me importa. La puerta para irse está tan abierta como cuando vinieron a parar a este remoto rincón de la Internet. Les pido perdón a todos por hacerles perder el tiempo haciéndoles creer que éste era el Portal de la Alegría. Acá se habla de música, cada uno con su criterio, y si alguien piensa diferente a mí, pues bien, que lo diga sin agredir o le elimino el comment, tal como acabo de hacer con una fulana que pretendió darme lecciones de lo que debo escribir o pensar, y que ahora, gracias a Dios, debe estar buscando en Internet otro blog que hable de música coral. Que le vaya bien.

El comentario de quienes sepan comportarse de manera civilizada y respetuosa de las opiniones ajenas será, como siempre, bienvenido y aceptado. Ya lo he dicho, Internet es muy, pero muy grande, y si algo tiene de bueno es que es tan libre como el aire. Si yo mismo me he creado un lugarcito, por el cual les garantizo que no pongo un peso, creo que todos tienen el derecho a hacerlo, y si me muestro más que dispuesto a compartir el mío, no es para recibir agresiones ni lecciones de sintaxis. Y si a alguien le gustó el coro que a mí no, o viceversa, tiene muchas formas de decirlo, pero la única que será aceptada en este weblog es la que parte desde la base del respeto mutuo a la opinión del otro.

A algunos de ustedes, los veré en el próximo post, que no sé cuándo será. A otros, supongo que a la mayoría, no los veré nunca más. Y créanme, nadie los va a extrañar. Ni yo ni los otros 4 que se quedarán por estos pagos.

Que tengan una muy linda semana,
Johann