Gira mágica, misteriosa... y muy divertida.
Ustedes sabrán disculpar, espero, que me haya tomado el fin de semana de licencia en "Coro Lario". Ocurre que he vivido algunas experiencias hermosas durante el mismo, pero que me han dejado físicamente impedido de ponerme a escribir más de cuatro palabras seguidas sin caer dormido sobre el teclado. Es una pena, ya que este tipo de cosas son lindas para relatar cuando las sensaciones están aún a flor de piel, pero bueno, qué se le va hacer... uno ya no es un niño :_(
Todo comenzó el viernes por la noche, cuando tuve que asistir de urgencia a reemplazar a un colega tenor en un casamiento, y luego salir disparado como un misil a una reunión con amigos, que se extendió hasta bastante tarde.
Hasta ahí todo muy bien. El problema es que a las 11 de la mañana tenía que estar saliendo con uno de los grupos donde canto, hacia el encuentro coral que les mencioné en el post anterior. Dicho encuentro no iba a ser precisamente a la vuelta de la esquina: había que hacer 360 km. hasta la ciudad de Olavarría.
Era mi primer viaje con este grupo, y uno siempre tiene la incógnita de saber qué tal será la convivencia con un conjunto de personas a las que uno no conoce al detalle. Esta incógnita, por suerte, duró muy poquito: aún no había cruzado la General Paz cuando llegué a la conclusión que este viaje iba a ser una experiencia inolvidable. Y así fue.
El viaje transcurrió entre mates, sandwiches y carcajadas, con alguna breve siesta de por medio (no se olviden que andaba con varias horas horas de sueño de menos). La buena onda reinante en la kombi fue absoluta y no se cortó en ningún momento. Inclusive, como veníamos con algo de tiempo de sobra, nos dimos el lujo de hacer algunas paraditas durante el viaje, como para estirar las piernas, comer algo (como si no hubiéramos comido en el micro!!!) y seguir con las risas.
Llegamos a Olavarría a eso de las 17:30, y enseguida, luego de acomodarnos en un lugar muy bonito llamado "Casa del Deporte", tuvimos que empezar con los ejercicios de vocalización, que fue compartida con los integrantes del Coro del Colegio de Abogados de Mar del Plata. Durante los ejercicios caí víctima de las flechas de Cupido: una hermosísima abogada marplatense, como no podía ser de otra manera, me hizo perder el juicio (bueh, no siempre se puede ser brillante). Ah, y hablando de eso, su director, el M° Marcelo Sanjurjo, nos hizo notar el detalle de que su coro, a diferencia de otros coros de colegios de abogados, está conformado casi en su totalidad... ¡por abogados! Razón de más para comportarse amablemente con ellos.
Luego de un brevísimo descanso, salimos a la disparada hacia el lugar del concierto, la iglesia de San Francisco de Asís. Era una de esas iglesias de estilo modernoso, con formas inexplicables desde todo punto de vista geométrico. Y la acústica... bueno, debo decir que no era mala, pero la reverberación hacía que las obras de tempo veloz se transformaran en una verdadera ensalada de notas. Como contrapartida, en las obras más calmas, se creaban unos climas verdaderamente bellos.
Y el encuentro comenzó nomás, con la presencia del coro convocante: el Grupo Vocal Sonamos, esa maravilla que dirige el descomunal Eduardo "Chino" Correa. Y su actuación sólo tuvo un defecto: como coro anfitrión, sólo interpretó tres canciones, y ni siquiera nos dieron el placer de responder al insistente pedido de bises. No sé si recordarán que en el post "Crónica del concierto elegido" había cometido la insensatez de escribir que al repertorio del GVS le faltaba algo con más "pimienta"; pues bien, entre las tres canciones que cantaron incluyeron un arreglo, creo que del propio Correa, del tema "Giros de Fito Páez. Con este arreglo, poderoso, armónicamente muy audaz e impecablemente interpretado, me terminaron de convencer: el GVS es uno de los mejores coros del país, y realmente es una pena que no tengan más difusión en Buenos Aires. Supongo que habrá otros coros en el interior de similar calidad, a los que espero tener la oportunidad de conocer alguna vez, pero por ahora hago hincapié en esta joyita de la Provincia de Buenos Aires.
A continuación se infiltró, casi como colado en el tren, el coro de la iglesia donde se realizaba el encuentro. Este coro, casi de tercera edad y además con muy poco tiempo de formación (era su 2° concierto), sonó algo desubicado en el entorno musical imperante, y más habiendo cantado despues de Sonamos. Para otra oportunidad, tal vez sería más razonable que abran el encuentro. Eso sí, pusieron muchas ganas sobre el escenario.
Luego llegó el turno del CCAMDP, el de mi amada leguleya. Este coro sonó realmente muy bien, poniendo mucho énfasis en el equilibrio de las voces. Habida cuenta que se trata de un grupo de gente que se dedica a otras actividades, con una formación que poco tiene que ver con lo musical, y que además tienen apenas un año de existencia... bueno, qué más se puede decir. Tienen una proyección enorme. Me gustaría volver a escucharlos para comprobar su desarrollo. Y sí, también para volver a verla...
Ok, voy a develar el secreto: el grupo donde canto, y que tuvo el honor de cerrar el encuentro, es el Grupo Vocal AlmaVoce. Es verdad, he cometido la atrocidad de hacer comentarios sobre nuestras actuaciones como si hubiera sido un espectador de las mismas, cosa que no volveré a hacer, y empiezo desde ahora. Pero déjenme contarles al menos cómo lo viví desde adentro.
Ya sabíamos, luego de escuchar a los otros grupos (¡porque llegamos tarde a la prueba de sala!), que la acústica no era muy apropiada para arreglos de ritmo acelerado. Así y todo, empezamos con una chacarera, "El hombre del ají", del Cuchi Leguizamón y con arreglo de Mario Witis. Teniendo en cuenta que se trata de una alegre mescolanza de "porobom pom pom" y una letra que avanza a la velocidad del rayo, realmente me intriga saber qué fue lo que escuchó el público. Desde donde estaba yo, pareció salir bastante bien.
Luego de un par de canciones más, llegó el momento de la verdad para nosotros: íbamos a cantar "Tarde en Laprida" y "Ky choro", la primera una composición original a 4 voces y la segunda un arreglo, cuya autoría pertenece nada menos... que al "Chino" Correa, obviamente presente en la sala. No sé si las hicimos bien, pero les puedo garantizar que la emoción del momento hizo que les pusiéramos realmente mucha pasión al cantarlas. Y creo que se notó, al menos por la calidez de los aplausos que nos regaló el público.
Y tras "La flor de la canela", nos despedimos con algo de nuestros pagos: un tanguito, "Garúa". Tengo que confesar que, personalmente, hacía mucho que no me mandaba tantos pifies en una obra, y creo que hasta mis compañeros se dieron cuenta. Pero de todos modos, salió bastante decente a pesar de mis esfuerzos. Como bis, cantamos "Son Mercedes", una cancioncilla oriunda de Puerto Rico, en la que directamente entré cantando el compás 8 en lugar del 1. ¿Habrá sido el frío?
Luego de cantar y echarnos encima abundantes camperas, empezamos a interactuar con el público, que nos felicitó calurosamente por nuestra actuación. Iba yo rumbo a la puerta, desesperado por encender un cigarrillo (bueno, sí, lo confieso: soy fumador), cuando me vi sorprendido por la grata aparición en mi camino de... mi amor imposible, la abogada. Estuvimos charlando un ratito alabando mutuamente nuestros coros, pero fuimos prontamente rodeados por inoportunos compañeros de coro de ella, quienes de alguna manera impidieron un approach algo más profundo de mi parte.
Estando ya a punto de morir de hambre, salimos otra vez a las corridas hacia el lugar predeterminado para nuestra cena. Mucha charla amable, por suerte, hasta que luego de un buen rato se hizo presente la comida, que fue despachada en instantes. Cuando la cosa se empezaba a poner linda, con algo de música que incitaba al baile y el intercambio social entre los coros, dije "llegó mi hora"... pero los del coro de Mar del Plata se fueron sin darme tiempo a nada. ¿Será posible, che?
Pero hete aquí que faltaba lo que, para mí, fue el momento culminante de mi fugaz estadía en Olavarría. Previamente, cuando estábamos a punto de salir hacia nuestra cena, iba caminando junto a mis compañeros hacia la salida, cuando escuché una voz potente que preguntaba "¿Y qué pasó con Johann Tenorio? ¿Vino o no vino?". Luego de un momento de vacilación, me di vuelta para estrechar su mano y presentarme nada menos que ante el mismísimo "Chino" Correa. Hasta ahí yo andaba medio de incógnito, ya que supuse que podría haber algún resentimiento luego de la polémica de la semana pasada. Pero nada que ver: Eduardo se mostró sumamente amigable, y hasta me hizo algún chiste con respecto al episodio mencionado.
Luego de la cena, obviamente, fui a presentarle mis respetos y pedirle disculpas por si algo de lo que expuse le había llegado a molestar. El "Chino", entonces, me demostró que además de ser un músico de otro planeta es una persona como pocas. Comentamos algo acerca del tema que ya no quiero seguir mencionando, salvo para aclarar que el "Chino" me contó cómo lo vio desde su lado, habiendo sido sus arreglos los que de alguna manera desencadenaron la polémica. Y me terminó diciendo algo así como que "al fin y al cabo, yo no hago los arreglos para ganar plata". ¿Hay algo más que agregar sobre él?
Y bueno, luego vino el duro retorno a Buenos Aires, viajando toda la noche con un frío de los mil demonios. Pero no vale la pena hablar de este trance, sino para argumentar que éste fue el motivo de que me pasara el domingo durmiendo.
Y ya he escrito demasiado. Supongo que más de uno se habrá dormido luego de tan extenso relato, pero no podía menos que volcar todo este cúmulo de sensaciones en este blog. Al fin y al cabo, ¿para qué está "Coro Lario" si no es para relatar nuestras experiencias en la música coral?
Espero que les haya resultado tan grato leer este post como a mí revivir todas esas experiencias al escribirlo. Bah, con la mitad, me doy por satisfecho.
Hasta la próxima,
Johann
PD: hay dos cositas que me quedaron en el tintero. Primero, ofrecerle las disculpas pertinentes al Mº Oscar Mesías, por no haber concurrido al concierto del Excanto Molto Allegro, el domingo por la tarde, debido a que realmente me encontraba en condiciones físicas lamentables. Y segundo, que ayer por la noche me escribió ni más ni menos que el "Chino" Correa para hacerme notar que "Son Mercedes" fue compuesta por el gran músico Leo Brower, que por cierto no es portorriqueño sino cubano. O sea, que espero que me la saquen ya del repertorio, porque me está haciendo pasar cada papelón...
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